En noviembre de 1928, el Ratón Mickey, estrenó su primera película. La historia de este personaje es muy simpática.
En la década del 20, Disney, nacido en 1901, era aún un jovencísimo dibujante que trabajaba en un viejo garaje en la ciudad de Kansas, que él mismo había transformado en taller. Contaba que en ese protoestudio habitaba una población constante de roedores, animalitos que le resultaban sumamente divertidos. Por uno de ellos, con el que tuvo una relación casi de mascota, se originó sin querer, el más famoso dibujito de la historia del cine. Se trataba de un ratón confianzudo que se trepaba por su tablero de dibujo, al que bautizó Mortimer, mientras lo caricaturizaba y lo archivaba.
Ratón Mortimer
Disney creció, formó su empresa, dejó Kansas para radicarse en Hollywood, produjo “Alicia en el país de las maravillas”, “Caperucita Roja” y “El conejo Oswald”.
Conejo Oswald
En esta última tuvo problemas de distribución en Nueva York por lo que se vio obligado viajar a esa ciudad para solucionarlo, tarea en la que no tuvo éxito. Esto obligó al artista a buscar urgentemente un personaje impactante para el público. En el largo viaje de regreso a California, acompañado por su esposa, revisó sus carpetas de archivo y fue allí cuando reencontró al viejo Mortimer, al que rebautizó Mickey. En los primeros filmes sonoros el dibujante también doblaba la voz del personaje.
Mickey Mouse
No puede negarse que este hombre fuera un genio en la animación de dibujos y, que supiera utilizar cada delante de la técnica para mejorar la calidad de sus películas. Por ejemplo a partir de 1928 con la incorporación del sonido, supo jugar con los efectos especiales y producir escenas asombrosas, desde el 32, cuando adoptó el tecnicolor.
Fue el padre de la pintoresca fauna humanoide: el perro Pluto y el Pato Donald de 1930, y otros. Desde el Ratón Mickey, un personaje cándido y bondadoso que representa el triunfo del débil sobre la fuerza bruta, se va observando una evolución por la cual a medida que los dibujos se hacen más complejos, sus características de astucia y agresividad se incrementan. Especialmente en Donald que es una caricatura del estadounidense medio. Hay que señalar que la tipología de este creador es digna de la Comedia del Arte. Disney siempre utilizó sus personajes como eco de determinadas situaciones de la realidad interna de su país.
Su organización industrial creció de tal manera que en 1937 con una inversión de US$ 1.700.000 y 400.000 dibujos, produjo el primer film de largo metraje de su especialidad, “Blanca Nieves y los siete enanitos”, que fue un éxito mundial. Continuaron “Pinocho” (1940), Dumbo (1941), Bambi (1942). Aunque desde el punto de vista comercial fue un fracaso, “Fantasía”, donde intentó plasmar en imágenes la música de Bach, Tchaikovsky, Stravinsky, Beethoven, Schubert y otros, fue un verdadero trabajo de vanguardia.Para esta época Disney tiene ya competidores de la talla de Fleshing, Walter Lantz y los socios Hanna y Barbera, cuyo avance arrollador lo impulsa a crear “Disneylandia”, para seguir financiando sus famosos “cartoons”. Anecdóticamente, su nacimiento se remonta a una tarde en la que Walt Disney se aburría atrozmente mientras sus hijas daban vueltas en una calesita de un parque. Se le ocurrió, entonces, pensar, en que sería un lugar donde padres e hijos se divirtieran al unísono. La realidad es que “Disneylandia” fue una inagotable fuente de recursos que, entre otras cosas le permitió a Disney hacer “La dama y el vagabundo” (1955), “La noche de las narices frías” (1960) y su última película en 1966, “El libro de la selva”.
Pluto
Si bien Disneylandia es un símbolo de Estados Unidos, desde su instalación en Francia originó problemas. La reacción del personal ante las ajustadas normas de la empresa que disponen el uso de determinada indumentaria: las mujeres faldas más bien largas, tacos de mediana altura, ausencia de bijouterie y de esmalte de uñas; los hombres no deben usar bigote, ni barba, ni patillas.La misma inauguración marcó un abismo entre las costumbres de la Ciudad Luz y las de la empresa estadounidense. A la fiesta de la apertura los concurrentes decidieron ir, sí o sí, con atuendos informales compuestos por remeras estampadas con las imágenes de Mickey y Minnie.
Error catastrófico: París jamás aceptó el look deportivo. Otro de los desaciertos fue prohibir el consumo de vino, que para los franceses es sagrado. En esa celebración sólo se sirvieron gaseosas, hamburguesas y pochoclo.
En el colmo del amor propio ofendido, los compatriotas de Juana de Arco, decían que con tantos siglos de historia captados por su arte y arquitectura, ellos no podían ser seducidos por el Pato Donald.
© Ana di Cesare – Gerónimo Rombolá
Publicado en noviembre de 1993
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